Presentado

El hecho que sucedió, muchos siglos atrás, mis ojos lo comtempló, en la noche de un martes, cuando la iglesia se inundó, de fieles y devotos, del señor de la Presentación.

Entre monjas lo agarraron y con un elevador, a la gloria se alzó, a la gloria justiciera de Pilatos, que muy pronto señaló, con las manos bien lavadas, en el agua del dolor, de la sagre que derrama por su pueblo el redentor.

Y camina en la Calzada, con camino acompasado, pa pedirle a la Giralda su pronta liberación de esta condena injusta que Sevilla permitió, para verlo con Pilatos asados a pleno sol, a las 4 de la tarde en el barrio que nació.